El Asesinato del Taxista Antonio Cáceres Tobar en Quintero

Hay ricos que también matan para robar. Pero lo hacen por capricho. No tienen necesidad, salvo la de experimentar el gusto de delinquir. Actúan a sabiendas de que si caen, podrían ampararse en el tráfico de influencias y el respaldo de "don dinero".

Así pasó en 1950 , cuando el adolescente Pedro Di Giorgio Valdés (19), miembro de una adinerada familia italiana asentada en Chile, asesinó junto a un amigo a un taxista para apoderarse de un mísero botín.

Lo paradójico es que, tras el cruento asesinato, su padre, el conde Pietro di Giorgio Santoporto, ignorante del hecho, llevó al criminal ante la policía para enrielar a su "inquieto" retoño, luego de pillarlo en varias "travesuras".

El gato

El asesinato del taxista quedó al descubierto el 15 de marzo de 1950, en Valparaíso, cuando una mujer sorprendió a su gato sorbiendo sangre que fluía desde un Chevrolet negro estacionado en la calle en Avenida Argentina  y avisó a Carabineros.

En el portamaletas los policías encontraron el cadáver de Antonio Cáceres Tobar (56), casado, tres hijos. Una bala le había reventado el cráneo.

Ocho días después del hallazgo y cuando ya terminaba su jornada laboral en Santiago, el jefe de Investigaciones, Óscar Peluchoneau, fue avisado de que un distinguido caballero quería hablar urgente con él.
Así apareció en su oficina el conde Di Giorgio, que pidió al detective darle un escarmiento al jóven, de manera que no terminase involucrándose en algún delito. El padre contó que en su desesperación lo internó un mes en un psiquiátrico, pero escapó. Después lo envió al fundo familiar de Osorno, pero también huyó. Y para colmo, ingresó a la mala a su residencia de Reñaca, donde robó camisas, trajes y una cámara fotográfica "Leyca". También había intentado incendiar la casa familiar.
Una vez que terminó de relatar los "numeritos" de Pedro, le preguntó al oficial si el joven podía bajar del auto. El policía accedió sólo por cortesía.
El muchacho ingresó sonriente al despacho y escuchó con sorna la reprimenda policial por sus "travesuras".
Y cuando el conde pensaba que era suficiente, su nene le deparó la sorpresa más ingrata de su vida: Le preguntó cómo podía escandalizarse con un montón de niñerías y no advertir de que se hallaba frente a un eximio ladrón que había robado la Caja Nacional de Ahorros y el Banco Sudamericano. Y si eso le parecía poco, también se anotaba con el homicidio del taxista.
Así de fría resultó su confesión.

Así fue

En la noche del 14 de marzo de 1950, junto a Gabriel Hidalgo, Pedro tomó al azar un taxi en Agustinas frente al desaparecido Hotel Crillón, en Santiago, para que los llevara al Casino de Viña del Mar.
A la altura de Placilla, Di Giorgio le pidió a Hidalgo que lo matara, pero éste no se atrevió.
Cuando llegaron al centro de juegos, el muchacho le dijo al chofer que le pagarían la carrera en la casa de su papá, en Reñaca. Pero como estaba vacía, le pidió que fueran a Quintero, donde una tía.

En el trayecto el taxi presentó una falla eléctrica, por lo que el conductor bajó a revisar la batería. Di Giorgio le insistió entonces a su "partner" que lo matara. Pero otra vez se rehusó. Enfurecido, le quitó el arma y a sangre fría le disparó al conductor.
Ambos subieron el cuerpo al asiento trasero y le sustrajeron el dinero: Exiguos 10 pesos, unos dos mil de ahora.
Con Di Giorgio al volante y a 120 kilómetros por hora, regresaron a Valparaíso, donde abandonaron el auto.

Gabriel, otro "niñito bien"

El padre de Pedro, el conde Pietro di Giorgio Santoporto, era un inmigrante italiano que amasó su fortuna en nuestro país como un exitoso rentista.
Tenía mansiones en Santiago, Reñaca, Osorno y en Europa. También poseía un yate de 160 toneladas y varios autos último modelo.

Su hijo había nacido en 1931 en Palm Beach, Estados Unidos, durante una estadía familiar. Quedó huérfano de madre a los 3 años y fue criado por una institutriz francesa.
Estudió sólo hasta tercero de humanidades en los padres franceses de Valparaíso. Abandonó el liceo luego de que su padre le negó el permiso para hacer el servicio militar en Estados Unidos.
Su amigo y cómplice del crimen, Gabriel Hidalgo Saldías, era de Osorno. Lo definían como un joven culto, caballeroso y nervioso.
Tampoco terminó su educación y se dedicó a administrar el fundo de su padre. Pero se aburrió de ese trabajo y consiguió un puesto en la oficina de la Caja de Ahorros local. Allí conoció a Di Giorgio, quien lo embrujó para "conquistar" Santiago.

Lo indultaron y voló a Estados Unidos

Pedro di Giorgio Valdés fue condenado a 10 años de cárcel como autor de robo con homicidio del taxista, pero también a tres años como autor del incendio al Hotel La Trucha de Puerto Montt; 41 días por hurtar un anillo de brillantes y 21 por una estafa a la residencial "Álvarez" de Viña del Mar.

Su amigo y cómplice Gabriel Hidalgo Saldías (26) fue sentenciado a 20 años por el robo y homicidio del taxista, 61 días por hurto de la máquina fotográfica "Leyca", propiedad del padre de Pedro y 41 por la estafa a la residencial. También se les obligó a ambos a pagar de por vida a la viuda del chofer tres mil pesos mensuales.

Polémica

Pero en 1956 se le concedió el indulto presidencial a Di Giorgio, lo que provocó un escándalo denunciado por todos los medios de comunicación.
Había obtenido el beneficio sin haber cumplido la mitad de la pena. El Gobierno se limitó a decir que la medida se ajustaba a derecho.

Durante el tiempo que permaneció tras las rejas, el muchacho aprendió el oficio de talabartero y jugó fútbol. Su celda estaba bien amoblada, tenía dos radios último modelo, cocinero personal y un mocito para los mandados. Al abandonar el centro penitenciario, heredó todas sus pertenencias a Hidalgo, quien no gozó del indulto. Este hecho provocó toda clase de suspicacias.

Apenas salió del penal, Di Giorgio se dirigió hasta el aeropuerto Los Cerrillos, donde como una estrella de cine abordó un avión rumbo a Estados Unidos.
Pocos meses después llegaron noticias de él: El FBI lo detuvo por robar un auto y mover droga. Fue enviado a la cárcel. En 1958 nuevamente se vio involucrado junto a un filipino en otro delito, esta vez un secuestro de un dentista norteamericano. Era completo.

Fuente: DiarioLaCuarta.cl / Manuel Torres Abarzúa

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