José Antonio Soffia Argomedo

José Antonio Soffia Argomedo. Santiago 1843 - † Bogotá, Colombia, 1886

Clara Solovera

Clara Irma Solovera Cortés. 1909 - 1992

Ester Soré

Marta Yupanqui Donoso. 1915 - 1996







Incendio en la Cárcel de San Miguel - 8 de Diciembre 2010

José Alfredo Fuentes Cuevas



Osvaldo Díaz




Sergio Lillo

La Tragedia del Aconcagua -1937

 Los andinistas chilenos Fernando Solari y Ruperto Freile mueren congelado en el Monte Aconcagua en 1937, siendo los primeros chilenos víctimas de tal montaña. Por varios años se dudó que estos dos andinistas hubiesen alcanzado efectivamente el techo de América, pero en 1942 se encontró el testimonio de cumbre dejado por ambos, confirmando de esta forma su ascenso.

Rescatados lo cuerpos de los infortunados escaladores, se les efectuó un masivo funeral. El Cuerpo de Bomberos de Santiago acompañó a su última morada al  voluntario Ruperto Freile, quién pertenecia a los registros de la Séptima Compañía "Honor y Patria".

Tragedia de Miembros del Liceo San Juan Bosco de Santiago en Lo Valdés - 1953

Avalancha

El 7 de julio de 1953, en el sector Lo Valdés del Cajón del Maipo, a 90 kilómetros de Santiago y a 2.000 metros de altura, la alegría de 21 estudiantes del Liceo Salesiano Juan Bosco, que realizaban su gira de estudio, fue borrada de un plumazo por una avalancha que enterró el refugio donde acampaban, construido en la década del '40.

También perdieron la vida el padre Livio Morra Gavatorta y el profesor Juan Alcaíno Valenzuela, quienes estaban a cargo del grupo. Es quizás una de las mayores tragedias que aún hoy es recordada por un Monolito en Lo Valdés, que tiene grabado el nombre de todas las víctimas.
Documental recordatorio de la tragedia.

Edición: Caetera Tolle

David Arellano Moraga - 1927

Nadia Milton Zacj




Tito Beltrán Aguilar

Verónica Villarroel González

Cristina Gallardo-Domâs

Cecilia Pantoja Levi

Los Cuatro Huasos








Silvia Infanta y Los Baqueanos

Silvia Infantas es la última gran figura de la música folclórica típica que imperó en Chile por más de cuatro décadas y que, desde Los Cuatro Huasos en los años 30 hasta Los Huasos Quincheros aún activos, se basa en la tonada como símbolo de chilenidad.

"Silvia Infantas y los Baqueanos" y "Silvia Infantas y los Cóndores", fueron los grupos que la cantante encabezó en los '50 y '60, con hitos como el vals La batelera y la universal canción de Vicente Bianchi y Pablo Neruda Tonadas de Manuel Rodríguez.

Aunque Silvia Elvira Infantas Soto nació en Santiago, siempre vivió en el barrio El Almendral de Valparaíso.

En 1942 se inició como solista, acompañada por su hermano en las primeras visitas a las radios. Cantó en emisoras como Cooperativa, Minería, Corporación, Antártica y Prat, junto al pianista Jorge Astudillo y su primer repertorio fue la música en boga en los años '40: boleros y canciones.

Para 1949 su repertorio ya era folklore.
También, una nueva vocación apareció en su carrera: la actuación. Silvia fue actriz del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica entre 1946 y 1952, con numerosas actuaciones, obteniendo el premio Caupolicán como mejor actriz en 1950.

La música se transformó en su prioridad cuando formó "Silvia Infantas y los Baqueanos" entre 1953 y 1959 y luego, "Silvia Infantas y los Cóndores" entre 1960 y 1969, grupos en los que puso su característica voz de ligero vibrato al servicio de una mayoría de tonadas y cuecas.

Tras el fin de los "Cóndores" volvió a la actuación. Encarnó a Carmela en un montaje de "La pérgola de las flores" en 1970 junto a Ana González y Silvia Piñeiro.





LAS CUATRO BRUJAS




Hundimiento del Submarino Chileno Flach en Valparaíso - 1866

Accidente ferroviario de Pelequén en 1987

Raúl Videla




Ginette Acevedo

Mirna Ginette Acevedo Palma







Lucho Gatica Silva








Accidente Aéreo de Avión DC 3 de LADECO en Coyhaique el 8 de Abril de 1968

Accidente aéreo en Emperador Guillermo


El que se lleva las palmas en relación a la cantidad de víctimas fatales sin duda es el acontecido el 8 de abril de 1968 al Douglas DC-3 CC-CBM de la recordada LADECO, vetusto avión que vio como su ala izquierda se le desprendía por efecto de las fuertes vibraciones que producían las tremendas corrientes orográficas que azotaban la zona en aquel momento, yendo a estrellarse en la zona del monte Emperador Guillermo, al norte de Coyhaique, con 36 muertos. Fallas técnicas se habían registrado en el avión poco antes, pero el zamarreo propio del vuelo terminó por sellar su destino.




El fatal accidente de Emperador Guillermo

("El Divisadero", Aisén, Sábado 24 de Julio del 2010, Oscar Aleuy Rojas)

Es frecuente que un accidente aéreo sin sobrevivientes marque profundamente a toda una comunidad. El caso del avión Douglas DC-3 CC-CBM de Ladeco de dos motores que se precipitó a tierra chocando contra una ladera del cerro Emperador Guillermo el lunes 8 de abril de 1968 pasadas las dos de la tarde, no es una excepción.

Aquella vez se constituía en el lugar de los hechos el fiscal designado para instruir el sumario de rigor, don Pedro Campos Gardenia, y aunque su llegada causó gran revuelo, igual se llenó el sitio de curiosos, alcanzando unos doscientos, los que provocaron muchas molestias y obstrucción al procedimiento, tanto a la fuerza pública, como al intendente don Gabriel Santelices y al Gobernador Carlos Echeverría.

El avión cumplía el vuelo 213 entre Santiago y Coyhaique y los testigos, todos lugareños, vieron cómo se desprendía el ala y el aparato comenzaba a descender no en spín, pero con mucha velocidad, absolutamente descontrolado y desprendiendo una negra humareda. Después se supo que cayó en pleno sector selvático y que muchos ramajes de árboles penetraron los cuerpos de las víctimas como si fueran lanzas mortíferas.

Murieron 36 personas, tanto por el incendio de la nave como por el impacto. La lista fatídica fue entregada al día siguiente por la compañía aérea. Tripulaban el avión José Valencia Maggi, piloto; Edecio Rivera Lorca, copiloto y Germán Moreno Laulie, sobrecargo. Los pasajeros eran Narciso Alvarez Alvarez de La Serena, los catchers (deportistas de lucha libre) Francisco Javier Gómez Marín, Jaime Véliz Farías, Florencio González Hernández, Eduardo Puente Arias, Renato Briones Pozo, Luis Molina Bañados, Luis Gómez San Martín, Miguel Ramírez Gaete y Mario Ramírez Rivas. También iban Edmundo Valdés Hotting y Gonzalo Bobadilla, funcionarios de Fach; Graciela Cantuarias Bernal, Ruediser Kroper, Claudio Mujica Moreno, el grupo familiar compuesto por Raúl Oyarzún Quintana, su esposa Renata Muñoz de Oyarzún y sus hijos Raúl, Luis, Claudio y Marcelo; Violeta Solís de Fuentes, Francisco Araya, Ruth Cañón, María Villarroel de Arriagada e hijita Florida Arriagada Villarroel; el grupo familiar formado por Nelson Vera, Blanca Bernabé de Vera e hijos Nelson, Verónica y Andrea y Francisco Pérez Vergara, que residía en Coyhaique.

Los cuerpos de los infortunados pasajeros de aquel fatal vuelo y lo que quedó de ellos, eran sólo restos sanguinolentos y calcinados la mayoría de los cuales fueron cuidadosamente envueltos en bolsas plásticas que fueron depositadas en urnas y velados en el gimnasio chico del Liceo San Felipe Benicio. Don Carlos Echeverría nos mostró aquellas fotos cuando habían transcurrido unos treinta y ocho años y quedamos verdaderamente impresionados por el arduo trabajo de los efectivos del Cuerpo Militar del Trabajo, que por muchas horas se enfrentaron al horror del rescate e identificación de los cuerpos. Algunos de ellos recuerdan lo de las ramas de árboles incrustadas en los calcinados cuerpos, en la cantidad de desorden del lugar de la tragedia y en el inmenso pasadizo que dejó la nave al avanzar en su caída a través del boscaje, carbonizando todo a su alrededor.

Los cadáveres quedaron diseminados en un radio de seiscientos metros y sus cuerpos, que estaban en sitios muy escarpados, debieron ser bajados a la planicie a lomo de mulas.

Yo me encontraba en Valparaíso junto a mi amigo Paco Franch asistiendo a una clase de Derecho Romano en la Facultad de Leyes, donde entonces estudiaba. Cuando escuchamos la noticia durante el recreo, creo que nos pusimos a llorar. Ignoro qué será de mi amigo Paco, hijo del recordado hombre de los vinos y licores, Cándido, el vasco de Lérida, que tenía su negocio en Parra con Moraleda.

Uno de los más importantes testigos de la caída del aparato fue el agricultor del sector Noel Flores, quien junto a su familias fue el único que se pudo percatar de que algo anormal le sucedía a la aeronave, dando de inmediato cuenta del hecho a los carabineros de Coyhaique. La causa del accidente se debió al desprendimiento del ala izquierda del avión que se encontraba en pleno vuelo y en el momento del suceso, llovía y estaba cerrado entre Coyhaique y el cerro Emperador Guillermo. Las noticias hablan de un violento zamarreo que dio cuenta en pocos minutos de una de las alas, arrancándola de cuajo, a pesar de que ya el vetusto aparato había presentado otras fallas técnicas durante la semana anterior al accidente, hecho que lamentablemente no se atendió ni se le dio importancia alguna.

Comentarios

Escrito por: Ricardo E. Ortiz Barrìa, el Tue Jul 27 00:03:51 2010
El accidente del avión Ladeco, fue la mayor tragedia ocurrida en la región en nuestra época de estudiantes. Al respecto hace algún tiempo, escribimos una columna titulada \" Y Mújica no llegó\" en recuerdo de el silencioso agricultor del sector del Rió Claro don Claudio Mújica, quien fuera por largo tiempo, nuestro silencioso compañero en los diarios almuerzos en el Hotel Central administrado en aquel entonces por don Luis Laibe Mansilla, el recordado \"Guatón\" Laibe. La Sra. Graciela Cantuarias Bernal, fue la madre de nuestra profesora de inglés, la Sra. Ximena Montellano Cantuarias y además, el entonces Cabo del Ejercito quien perdió en el accidente a su Sra. e hijita, el \" cheyo\" Arriagada, era amigo de nuestra familia y nos visitaba en la casa de Baquedano Nº 9. No podemos dejar de recordar al sobrecargo Germàn Moreno Lalie, con quien habíamos viajado poco antes de regreso de las vacaciones de verano desde Santiago y cuya fotografía publicada en solitario, en el primero de dos reportajes consecutivos de la revista \"Vea\" nos conmovió profundamente. Finalmente respecto a la delegación de catchers, todavía recordamos con claridad, el homenaje tributado algún tiempo después en el Gimnasio Fiscal al \"Huaso\" Briones\" ex luchador quien encabezaba la malograda delegación y su gente, por un nuevo grupo que visitara la ciudad dirigido por el luchador conocido como \"Barba negra\", fue impactante el momento en que por un minuto fueron apagadas las luces del gimnasio, el cual quedó iluminado solo por la luz de una vela

Escrito por: Romilio Villalobos, el Sat Jul 24 14:22:35 2010
Yo fui uno de los que ayudo a recoger los restos de los cuerpos, embolsando y haciendo los pilcheros en los caballos, solo habia arena y pequeñas matas.

Escrito por: Alberto Brautigam Echevarría, el Fri Jul 23 20:55:12 2010
Mi padre,volo en ese avión entre Santiago y Puerto Montt.Tenía vuelo hasta Coyhaique,pero debía hacer trámites en Pto.Montt.Al volver a Tepual,el Ladeco estaba pronto a despegar,finalmente se fue en un Lan que iba a Pto.Aysen..Solo pudo identificar al Señor Mujica que era compañero de asiento- Paco Franch,hoy abogado trabaja en Impuestos Internos de Rancagua

F. Chile. Catástrofes y Tragedias
(http://ivansiminic.blogspot.com)

Sussy Vecky



Arturo Muñoz




Carmen Maureira





Trolleybuses de Valparaíso y Viña del Mar - 1952

La Matanza de la Plaza Colón de Antofagasta el día 6 de Febrero de 1906

Se conoce como matanza de la plaza Colon a los tragicos sucesos ocurridos en la ciudad chilena de Antofagasta el 6 de febrero de 1906, hecho, el cual terminaria con la vida de 300 obreros en consecuencia de una huelga comenzada por trabajadores del ferrocarril Antofagasta-bolivia por demandas laborales, las cuales terminarian en la posterior masacre por parte de el ejercito chileno y empresarios acaudalados de la naciente ciudad.

Causas

El 6 de febrero de 1906 obreros del Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia realizaron un petitorio para pedir la extensión de la hora de almuerzo, pero la empresa denegó dicho planteamiento.La negativa de la empresa provocó la natural reacción de las mancomunales obreras.Tan solo 30 minutos que –a la postre- significarian 300 muertes según algunas fuentes, aunque lo oficial no llegó a los sesenta fallecidos, algo que era también frecuente en la epoca, como lo ocurrido en la matanza de la escuela Santa Maria en la ciudad de Iquique.
Se generó entonces una huelga a la que se sumaron también los lancheros –que eran muchos- junto a los marítimos, estibadores y carretoneros. Obreros todos, que alzaron sus voces para solicitar lo que les parecía justo: un tiempo prudente para compartir el almuerzo con su familia. Solo treinta minutos más.

cosas tomaron otro cariz cuando los miles de obreros organizaron un mitin en la Plaza Colón. Ante tan delicada situación, el Intendente de la época recurrió al comandante del Batallón “Esmeralda”, Sinforoso Ledesma, quien facilitó fusiles para armar a la llamada “Guardia Blanca”, que fue liderada por Adolfo Miranda, la que estaba integrada por personeros pudientes y comerciantes de la naciente ciudad de Antofagasta. A su vez, desembarcó un piquete de la marinería del crucero “Blanco Encalada”, fondeado en la bahía desde el día anterior.

Los caldereros y los huelguistas todos, subieron por calle Prat a eso del mediodía, gritando consignas contra sus empleadores, alzando los puños y dejando en claro que “Obreros somos trabajadores, no esclavos…” Los manifestantes quedaron entre dos fuegos: la “Guardia Blanca” y la marinería del “Blanco Encalada”. Bastaria un tiro para que se desencadenaran los cruentos sucesos. La balacera segaria vidas por cientos, la mayoría obreros, caldereros, gente de mar… Una vez más el plomo y la metralla mordían la carne obrera, silenciando las voces de trabajadores que solo pedían media hora más para ir a almorzar a sus casas.

Causas de la Masacre

Ironicamente, luego de la matanza, se produciria una sangrienta ecuación: diez muertos por cada minuto de trabajo (entendiendo que la demanda era por 30 minutos mas de colacion y la cifra de muertos 300), ya que, días más tarde, la empresa habría de conceder a sus caldereros aquellos 30 minutos que eran la base de su demanda.

Decia un periodista :
"Muchos de ellos dejaron un espacio vacío –su lugar- en la mesa de sus hogares.
  Esos nunca más llegaron a su casa para el reparador almuerzo junto a los suyos..
  Ellos murieron por pedir tan solo treinta minutos más…"

Muerte del Boxeador David Ellis Venegas a raíz de lesiones durante combate en Coyhaique

El Boxeador Adolfo Morales muere en el Teatro Arturo Prat el 11 de Junio de 1911

El público repletaba el Teatro Arturo Prat, escenario del encuentro entre el boxeador chileno Adolfo Morales y el estadounidense William Daly, la noche del 11 de junio de 1911. El boxeo comenzaba a hacer su aparición masiva en Chile y de a poco los enfrentamientos con pugilistas extranjeros se hacían más frecuentes. Pero aquella noche la pelea no se debería haber realizado. Al menos así lo creía el contrincante del chileno, un afroamericano, que criticaba el sobrepeso del local, que alcanzaba los 82 kilos.



Las pifias de los asistentes a la pelea no tardaron en aparecer. Y es que una semana antes ya se había suspendido este mismo combate, pues no se contaba con los permisos pertinentes.

Esta vez el público no quería quedarse sin espectáculo y comenzaron a increpar al boxeador estadounidense con un multitudinario "negro cobarde" que caía desde las gradas.

Daly, desafiante, se paró frente a los asistentes y contestó: "Mi no tener miedo. Público quiere, yo pelea ahora mismo" y se dio inicio a un combate en un ring que ni siquiera tenía lona, sino que un entablado.

Era la pelea de fondo y había muchas expectativas, sobre todo por el nivel de este mismo enfrentamiento el año anterior que, después de pasados todos los asaltos, se definió por un pequeño margen para el campeón nacional de los pesos medianos.

Esta vez, los primeros seis rounds fueron completamente de Morales. El estadounidense sólo se limitaba a recibir golpes y el público aplaudía animadamente el desempeño del pugilista nacional. Eso hasta el séptimo round. Fue ahí que Daly acertó un derechazo que envió al campeón directo al piso. "Échale que el negro no puede más, se cae solo. Un chileno no se rinde", gritaba la muchedumbre, tratando de animar al boxeador nacional.

Morales se levantó, pero el golpe había sido tan certero que desde ahí la balanza se inclinaría en favor del afroamericano. El último golpe de Daly fue letal y el chileno no se repondría nunca. Fue la primera muerte de la que se tiene registro en un ring chileno.

Así lo cuenta la revista Los Sport y Edgardo Marín en su libro La historia del deporte chileno". De eso ya han pasado cien años y más "mártires del ring" han ido sumándose a una triste lista.

F. La Hora.cl

Rosita Serrano 1914 - 1997






Arturo Gatica Silva 1921 - 1996





Accidente de avión DC 3 de LAN el 3 de Abril de 1961 en Longaví



Accidente de avión DC-6 de LAN el 6 de Febrero de 1965 en Lo Valdés



Ramon Vinay 1912 - 1996

Hernán V. Pelayo Robles

Hernán V. Pelayo Robles. Santiago. 19 Febrero 1918



Sofia del Campo 1884 - 1964


Rayen Quitral 1916 - 1979

María Georgina Quitral Espinoza. 1916 - 1979




Monna Bell 1938 - 1998

Nora Escobar Bell. Santiago 1938 - Tijuana.México 2008








Tranvias en Valparaíso - 1863

Accidente ferroviario en Estación de San Bernardo 1955


Cuerpo de Bomberos de Santiago - 1863

Catedral Metropolitana de Santiago de Chile 1775

Omar Cáceres Aravena

Omar Cáceres Aravena. Cauquenes 1904 - Santiago 1943
 
La imagen que nos queda del talentoso poeta Omar Cáceres, escritor de intensa pero escasa obra nacido en Cauquenes en 1904, se enmarca dentro de un halo de fugacidad y misterio.
Quienes lo conocieron entre los años treinta y cuarenta, antes de su crudo deceso, lo recuerdan en términos que aluden de forma coincidente a su carácter fantasmal.
Volodia decía que lo veía avanzar con la elegancia de un espectro, Sabella que le dedico el número cinco de su revista Hacia, agregó que el poeta asistía como entre brumas a la conversación. Finalmente Miguel Serrano, quien lo conociese de cerca, resalta la desolación que acompañaba a Cáceres, ya fuera al recitar, al moverse y lo retrata bajo un aura de impenetrabilidad gélida e irrespirable, como un aliento de soledad y muerte, una presencia cósmica. Destacamos la visión personal del autor en la siguiente frase:
Hollarán conmigo la soledad en que he abierto una nueva salida hacia las cosas
Voz Caceriana condenada al olvido la cual, paradójicamente, se torna de culto. Ella es tributaria del génesis de un único y gran libro “Defensa del ídolo” , publicado originalmente en la capital el año 1934. Este título, una leyenda del malditismo poético nacional, tuvo muchas erratas y una modesta edición que sin embargo, no impidió el rescate y posterior difusión de la obra y la devoción que grandes como Pedro Lastra le han prodigado.

En la actualidad encontramos variadas ediciones nacionales y extranjeras de “Defensa del Ídolo”, estas incluyen además comentarios críticos y alusiones a los problemas que hubo en torno a su prólogo, el cual conmino agonalmente a muchos poetas de la época. De manera que, podemos sin vacilación señalar que Cáceres fue considerado prematuramente uno de las importantes voces de la poesía chilena de los años 20 del siglo recién pasado. Aparece de forma lúcida dentro de la polémica Antología de poesía Chilena Nueva de Anguita y Teitelboim junto al imaginista Ángel Cruchaga Santa María, Humberto Díaz Casanueva, Rosamel del Valle y los consagrados de Rokha, Neruda y Huidobro.

El joven poeta, marcado por la vanguardia profunda de ese entonces, logró la admiración y envidia de muchos, pues ha sido él único escritor nacional prologado por Vicente Huidobro. A su regreso de Francia, el epónimo creacionista le dedicó una verdadera apología que iluminaba sus rumbos poéticos
"Estamos en presencia de un verdadero poeta, es decir, no del cantor para los oídos de la carne, sino del cantor para los oídos del espíritu. Estamos en presencia de un descubridor, un descubridor del mundo y de su mundo interno".
Estas elogiosas palabras, produjeron resquemor entre el autor de Altazor y el padre de Gemidos y la editorial Multitud, Pablo de Rokha, quien también tenía un umbral destinado al texto de Cáceres, en su particular estilo, de Rokha dijo de Cáceres:
“No es la norma fluida y fácil; es la construcción estricta, dura, eximia, del cristal que siempre deviene en geometría de calidad… en anhelo de subordinación a la matemática del instinto… Aquella flor cerebral termina recogiendo lo cósmico del ser consciente. Su luz abstracta, caminando por lo subterráneo del hombre, partió en triángulos trágicos todo lo redondo y giratorio. Ahora, en la periferia expresiva, esos vértices clavan… Hoy, el lenguaje durísimo, logrado a expensas del asesinato de los sentimientos en homenaje a un orden único de materia buscada y hallada en la disciplina más definida: “Defensa del ídolo”… Adentro de aquel recinto de maquinarias, la muy delgada atmósfera atraca la garganta y el orden adquiere su terrible y flagrante predominio… Pero es tan insistente en Cáceres la dirección que imprime la dignidad y la ansiedad arquitectónica que el manantial interno no se demuestra en la frecuencia caudalosa, sino en la presencia restringida, difícil, trabajada y solitaria del hecho artístico… Más que un artista realizado (como Goethe que trabaja lo universal), es, aun, el artífice neogótico, más que un artista verificado, de gran envergadura épica; es, aun, el orfebre y el ardiente miniaturista de la limpia alcurnia…
Al final, el autor prefirió desecharla, las causas, como casi todo en el poeta, esta vedado por un tamiz de bruma, aunque se especula sobre el desagrado de Cáceres ante los duros comentarios e intención que subyace en el prefacio del amigo Piedra.

Al respecto podemos recalcar que el sepulcral hombre fue un rígido perfeccionista. Esta actitud lo llevo a un rechazo extremo hacía su publicación, al punto que, recién salida de la imprenta, tajante se decidió a quemarla en el jardín de su hogar. Los remanentes tras su violenta reacción, dejan diseminadas algunas copias de su obra, los originales se conservan en la Biblioteca Nacional y a partir de estos se ha podido comunicar su trabajo a la posteridad. Hoy podemos disfrutar del poemario “Defensa del Ídolo” reeditado y listo a ser actualizado por nuevas generaciones de lectores. Acompañamos uno de sus poemas.
Anclas opuestas
Ahora que el camino ha muerto,
y que nuestro automóvil reflejo lame su fantasma,
con su lengua atónita,
arrancando bruscamente la venda de sueño
de las súbitas, esdrújulas moradas,
hollando el helado camino de las ánimas,
enderezando el tiempo y las colinas, igualándolo todo,
con su paso acostado;
como si girásemos vertiginosamente en la espiral de nosotros mismos,
cada uno de nosotros se siente solo, estrechamente solo,
Oh, amigos infinitos.
(100, 200, 300,
miles de kilómetros, tal vez).
El motor se aísla.
La vida pasa.
La eternidad se agacha, se prepara,
recoge el abanico que del nuevo aire le regala nuestra marcha;
en tanto que enterrando su osamenta de kilómetros y kilómetros,
los cilindros de nuestro auto depáranse a la zona de nuestros propios muertos;
he ahí a los antiguos héroes dirigiéndonos sus sonrisas de altivos y próximos espejos;
mas, junto a ellos, también resiéntense,
los rostros de nuestros amigos,
los de nuestros enemigos,
y los de todos los hombres desaparecidos;
nuestro automóvil les limpia el olvido con el roce delirante de sus hálitos.
Como esas manos de mármol que se saludan a la entrada de las tumbas,
nuestro automóvil seráfico ratifica el gran pacto,
que a ambos lados de la ruta, conjuradas,
atestiguan las súbitas, esdrújulas viviendas golpeándose entre sí...
Ahora que el camino ha muerto,
y que nuestro automóvil reflejo lame su fantasma,
con su lengua atónita,
como si girásemos vertiginosamente en la espiral de nosotros mismos,
cada uno de nosotros se siente solo, indescriptiblemente solo,
¡oh amigos infinitos!

Defensa del Ídolo Santiago 1934)
A las conclusiones o perspectivas que podamos llegar a través de esta obra, hay que añadir el estudio de material inédito, bosquejo original de Defensa del Ídolo el cual cuenta con otro orden y ligeras variaciones, además hay bitácoras y series de poemas que quedaron en el tintero o bajo una fase de revisión; estos documentos, recuperados en los últimos años, permitirán arrojar luces no sólo respecto al trabajo poético de Cáceres sino contingentes al fructífero periodo que experimentó nuestra literatura, especialmente la poesía a comienzos del siglo veinte.

Valioso material que indudablemente precede y complementa la entrega original de su obra, pues entre sus tesoros hay un cuaderno fechado en Santiago el 23 de abril de 1919 y en Rancagua el 19 de noviembre 1921, en él, junto a unos poemas, aparece el siguiente epígrafe, “cuando nada se espera de la vida, algo debe esperarse de la muerte”, desde aquel silencio de lo incierto, se dibuja el trágico destino del escritor que no podemos obviar. Su asesinato aún no ha sido resuelto. Acaecido en agosto de 1943, el occiso fue encontrado sin identificación, cerca de un caudal de Santiago, se discute si el cadáver apareció en la ribera del Mapocho o en una zanja de un canal de regadío en la comuna de Renca. El sombrío crimen se explica como un asalto, pues pretendían arrebatarle el violín, afición que se vincula a otro mito Caceriano, su pertenencia a una orquesta de Ciegos, al igual que en la obra teatral del español Buero Vallejo, El Concierto de San Ovidio.

Esta situación sumada a las escasas y ambiguas noticias que hay sobre su adhesión al partido comunista llegando a ser propuesto como diputado y algunas faenas que lo ubican como juez del trabajo en San Antonio o burócrata municipal, a la par de su pertenencia a grupos místicos y cabalísticos extranjeros, han contribuido a alimentar el mito Kafkiano en torno a su persona, siendo para algunos, la leyenda, erróneamente amalgamada o impuesta por sobre el discurso lírico.
 
Como respuesta, considero, esencial exponer su poética, presente en la Antología de poesía chilena nueva. Titulada Yo, Viejas y nuevas Palabras. En ella se desnuda su leitmotiv creativo
Se, por fin, que lo que digo ya esta dicho; mis palabras solo me pertenecen.
Pero, después de todo, mi grande emoción, la trágica experiencia de mi espíritu, son autenticas. Y ese es el punto de partida desde el cual y a través de esfuerzos mejores, los jóvenes que verdaderamente odiamos el pasado y el presente, a fuerza de amar el porvenir, lograremos, si no alcanzar, por lo menos preparar, aquel vasto equilibrio que habrá de liberar a la humanidad, haciéndola revelarse a si misma en su esencia mas intima."


Por tanto, en esta materia parece más válido pensar en términos de Harold Bloom, critico norteamericano deconstructivista y poseedor de una particular teoría poética, y afirmar que Cáceres lanzó su lamento personal en búsqueda de un significado más allá de la forma y logró brillar con un rápido destello, un espectral centellear del tropo, de la figura y las ataduras simbólicas de su tiempo, de su generación y la influencia o más bien “influenza viral” de los que lo anteceden y los que se aproximan a su trabajo de forma superficial en busca de escándalo y morbo.

La voz especialista de Sabella, al respecto sirve de conclusión y bofetada a la siempre tan invocada inmortalidad y ánimo de figuración “Es curioso –curiosidad de perogrullo- comprobar una vez más que el poeta con su obra tiene la posibilidad de supervivir, a la luz o en las sombras. Es el destino que buscan los artistas: la eternidad. Muchos lo consiguen, otros no. Los textos de Omar Cáceres siempre han estado al alcance. Él no vino a nosotros. Nosotros lo hemos buscado. Y él, como actuó en su vida, asoma su rostro \'blanqueado por los huracanes\'”.
 
Autor: Daniel Rojas Pachas 
Publicado en: Cinosargo.




04 de Septiembre, 2008 08:09


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Vistas de las ciudades de Valparaíso y Viña del Mar en 1937

Visión de Valparaíso 1937 - 1938

Presidente Carlos Ibañez del Campo 1927-1931 1952-1958

Carlos Ibañez del Campo Linares 3 de Noviembre 1877 - Santiago 28 de abril 1960

Valparaíso sufre embates del Mar y colapso del Tranque Mena 1880-1900

Visión de la Ciudad de Santiago entre 1960 y 1980

Visión de Chile en el año 1937

Ana María del Tránsito Caballero, una anarquista chilena a comienzos del siglo XX

 

Ella fue, inconstentablemente, una militante a carta cabal. María había nacido en San Felipe en el seno de una familia campesina. A los diez años de edad debió abandonar su hogar para buscar el sustento en la capital. En Santiago ingresó a una lujosa tienda para trabajar como aprendiz de florista. Más tarde se convirtió en sombrerera. Sobreponiéndose a las agotadoras jornadas de trabajo –desde las ocho de la mañana a las nueve de la noche- la joven se abocó al estudio de la “cuestión social” y durante el rudo invierno de 1900, que dejó a numerosas familias de trabajadores sin techo ni alimentos, canalizó por primera vez sus inquietudes sociales organizando quermeses a favor de los damnificados. Hacia esa época María Caballero ya había ingresado a la “Sociedad Artística” y poco después abrazó el anarquismo. Bajo los seudónimos de “una sombrerera revolucionaria” y “una rebelde” escribió artículos para alentar a sus compañeras a asociarse para obtener mejoras en las condiciones de trabajo[1]. Magno Espinoza contaría posteriormente que durante la huelga tranviaria de 1902 conducida por los ácratas, ella “andaba alentando a las mujeres a ser firmes en sus pretensiones y dándole ejemplo a los hombres”, y que un día atendió personalmente al casi medio centenar de heridos que dejó una carga de la “soldadesca brutal” contra los pacíficos manifestantes[2].
Durante la huelga de los Ferrocarriles del Estado del mismo año, la joven libertaria participó activamente en todas las asambleas y en la velada que se organizó para celebrar el triunfo de los obreros. Pero muy tempranamente, “una cruel enfermedad” la puso ante la disyuntiva de tener que amputarse el brazo derecho o dejarse morir. La “sombrerera revolucionaria” optó por la muerte. El derrumbe del Teatro Lírico de Santiago el 19 de marzo de 1905, que costó la vida a numerosas personas que asistían para escuchar el encendido verbo populista del fraile renegado Juan José Julio Elizalde (más conocido como “Pope Julio”), precipitó el fin de María Caballero, cuando recién frisaba los 25 años de edad. Sus compañeros del Centro de Propaganda Anticlerical Giordano Bruno y del Grupo anarquista “La Luz” en los que militaba con entusiasmo, acompañaron con solemnidad sus restos mortales al cementerio, depositando una siempreviva en su tumba y –según Magno Espinoza- “fortificando su espíritu con su ejemplo”[3].
Escrito por Sergio Grez Toso,
Dr. En Historia de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Actualmente es Director del Museo Nacional Benjamin Vicuña Mackena. El siguiente fragmento corresponde a las páginas 153 a 155 de su libro ‘Los Anarquistas y el Movimiento Obrero: La alborada de “La Idea” en Chile, 1893-1915’.
Notas:
[1] Una sombrerera revolucionaria, “Al gremio de sombrereras”, La Luz, Santiago, primera quincena de febrero de 1902 (artículo reproducido in extenso en los anexos del libro); Magno Espinoza, “María Caballero”, Tierra y Libertad, Casablanca, primera quincena de mayo de 1905; Luis A. Pardo, “La catástrofe del Teatro Lírico”, en La Idea, Santiago, abril de 1905, pag. 580.
[2] Espinoza, “María Caballero”, op. Cit.
[3] Espinoza, “María Caballero”, op. Cit.

F. El Amanecer Anarquista.

 



Disturbios en Santiago el día 2 de Abril de 1957

La Batalla de Santiago fue el nombre que se le dio a las protestas celebradas los días 2 y 3 de abril de 1957 en la ciudad de Santiago de Chile, y que terminaron en enfrentamientos con la policía que dejaron un veintenar de muertos, por las cuales el Gobierno de Chile declaró Estado de Sitio y sacó al ejército a la calle.

Antecedentes
Durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958), el país sufrió una crisis económica que, incluso tras la adopción de diversas medidas económicas, no fue controlada. Ante esta situación, el gobierno contrata la misión Klein-Sacks, la cual propuso que se adoptaran medidas de corte más liberal, en abierto contraste con la política proteccionista establecida hasta entonces.
Entre otras cosas, Klein-Sacks propone congelar el aumento de salarios y eliminar la fijación de precios en algunas áreas. El gobierno de Ibáñez adopta algunas de esas medidas, lo que provoca el malestar de la población. Lo que detonó la crisis fue el alza de la tarifa del transporte público. Ante esta situación, las principales organizaciones sindicales, encabezadas por la Central Única de Trabajadores, convocan para una gran movilización nacional los días 2 y 3 de abril de ese año. Un poco antes, en Valparaíso, se produjo una marcha que terminó en enfrentamientos con Carabineros, acciones que se repitieron los días posteriores.


Las protestas y la posterior masacre

La movilización en Santiago contó con el apoyo de sindicatos, centros de estudiantes y otras organizaciones sociales, así como partidos como el Frente de Acción Popular y el radicalismo.
A diferencia de lo ocurrido en Valparaíso, la movilización en Santiago se desarrolló de manera espontánea, con la gente llegando desde distintas partes y uniéndose en el camino. Así, la movilización llegó a tener cerca de 20 mil personas en el centro de la capital. Pronto comenzaron algunos disturbios. Carabineros intervino, pero los disturbios no concluyeron, sino que se agravaron. Cientos de personas atacaron y destruyeron varios locales comerciales, vehículos de transporte público, y otras propiedades públicas y privadas.
Ante estos hechos, el Gobierno decide suspender provisoriamente las sesiones del Congreso y decreta el Estado de Sitio, sacando a la calle varias unidades del ejército al mando del general Humberto Gamboa, las cuales se unen a la policía y se enfrentan contra los manifestantes.
Al caer la noche del día 2, el general Gamboa informó que la jornada había dejado 16 muertos y cerca de 5000 heridos.

Consecuencias

Al día siguiente, la policía civil allanó y requisó elementos de medios de prensa opositores al gobierno. Días después, el Gobierno fue investido de facultades extraordinarias por parte del Congreso, lo que le permite detener y relegar a dirigentes opositores.
La Batalla de Santiago significó un golpe mortal para el gobierno de Ibáñez, que vio con esto prácticamente terminada su carrera política. Asimismo, significó el punto de partida para que partidos como el socialista abandonaran la política conciliadora y unificadora que caracterizaba a la izquierda y adoptaran una más confrontacional. Otros partidos, como el radical, empiezan a sufrir divisiones internas.

Bibliografía

  • Milos, Pedro. 2007. Historia y memoria. 2 de abril de 1957. LOM ediciones. Santiago. ISBN 956-282-890-1

Enlaces externos

Intento de Golpe de Estado nacista y masacre en edificio del Seguro Obrero

Propósito
Los hechos fueron iniciados por un grupo de jóvenes pertenecientes al Movimiento Nacional-Socialista de Chile, que intentó provocar un golpe de estado contra el gobierno de Arturo Alessandri Palma, en busca de que Carlos Ibáñez del Campo se hiciese con el poder. El golpe fracasó, y los Nacional Socialistas ya rendidos fueron masacrados por la policía en el edificio de la Caja del Seguro Obrero, apenas a unos pasos del Palacio de la Moneda.[1] Este hecho conmovió a la opinión pública, volcando el desenlace de la elección presidencial de 1938 hacia el candidato del Frente Popular Pedro Aguirre Cerda.

Antecedentes

El Movimiento Nacional Socialista de Chile (MNSCH), fue una organización política fundada en Santiago, el 5 de abril de 1932,[2] que logró un importante protagonismo público, obteniendo tres representantes en las elecciones parlamentarias de 1937.
Para las elecciones presidenciales de 1938 las fuerzas de la izquierda se acumulaban en torno al Frente Popular del candidato Partido Radical Pedro Aguirre Cerda, y las de los nacional socialistas lo hacían en la Alianza Popular Libertadora y la figura del general Carlos Ibáñez del Campo.
Los gobiernistas y la aristocracia liberal se conglomeraban alrededor del Ministro Gustavo Ross Santa María, apodado por sus opositores como el “Ministro del Hambre” y “El Último Pirata del Pacífico”. Era tal el esfuerzo del gobierno de Arturo Alessandri desplegado a favor de su candidato, que comenzó a cundir la desconfianza en los rivales de Ross, que del intervencionismo se pasara directamente al fraude electoral, para garantizar el continuismo del alessandrismo.
El 4 de septiembre de 1938, las fuerzas del ibañismo realizaron la multitudinaria "Marcha de la Victoria"[2] desde el Parque Cousiño hasta centro de Santiago, recordando el aniversario del movimiento militar del 4 de septiembre de 1924. En la ocasión, más de diez mil Nacional Socialistas de todo Chile desfilaron por las calles luciendo sus uniformes grises, bajo cientos de banderas de Chile actuales y las de la Patria Vieja, cruzadas por un doble rayo rojo acendente (símbolo del movimiento nacista criollo). Se notaba ya en el ambiente el ánimo de algunos de los nacistas; un aire golpista inspiraban carteles con mensajes tales como “Mi general, estamos listos”, en la marcha.

Consigna: "Chilenos, a la acción"

Y, efectivamente, algo se fraguaba: desde el día 2, se habían estado reuniendo los jóvenes nazistas Orlando Latorre, Ricardo White y Mario Perreta entre otros, en la casa de Oscar Jiménez Pinochet, para planificar un intento del alzamiento que debía tener lugar el 5, al día siguiente de la marcha y aprovechando la venida masiva de camaradas desde provincias para participar del acto.
El jefe del movimiento chileno, Jorge González von Marées, esperaba que con el grupo de Nacional Socialistas se comenzara a activar una progresión de alzamientos que llegarían hasta los supuestos elementos ibañistas de las Fuerzas Armadas, por efecto dominó, aprovechando también el gran descontento popular que reinaba hacia el gobierno.
Aunque los altos mandos de los cuarteles negaron conocer o participar de la asonada, se supo que los Nacional Socialistas habían sido provistos con la ametralladora Thompson personal del General Ibáñez del Campo, apodada “el saxófono”, que quedó confiada al ex teniente de la Armada, el nacista Francisco Maldonado. El contacto (crucial) con jefes militares, casi todos ibañistas, era por intermedio de Caupolicán Clavel Dinator, coronel en retiro de ejército, que serviría de enlace con los militares comprometidos en el golpe.[2]
Los jóvenes mejor entrenados pertenecientes a las Tropas Nazistas de Asalto (TNA) barajaron la posibilidad de iniciar el alzamiento tomándose edificios institucionales, como el de la Caja de Ahorros del Ministerio de Hacienda o del diario La Nación, ambos en la Plaza de la Constitución.
Sin embargo, después evaluar todas las posibilidades, llegaron a la conclusión de que solo ocuparían dos: la Casa Central de la Universidad de Chile en la Alameda, y la Torre del Seguro Obrero (colindante con La Moneda). Piquetes menores del tipo comando, fueron dispuestos para que derribaran torres de alta tensión que abastecían Santiago, y dinamitar las cañerías matrices del agua potable.
Para poner en práctica, había una consigna a cuyo conjuro ningún Nacional Socialista podía negarse según lo juramentado. La consigna era: "¡Chileno, a la acción!".[3]

 5 de septiembre de 1938: Toma del Seguro obrero

El lunes 5 de septiembre de 1938 cerca del mediodía, treinta y dos jóvenes nazistas al mando de Gerardo Gallmeyer Klotze ( teniente de las TNA) se tomaron la Caja del Seguro Obrero.[2] Los jóvenes comenzaron a cerrar la puerta del edificio, pero el mayordomo trató de impedirlo. Este inconveniente no presupuestado desataría los acontecimientos.
La dueña de un puesto de diarios escuchó el grito del mayordomo del edificio, dando aviso al cabo de carabineros José Luis Salazar Aedo que pasaba por el lugar. Este al ver la situación y pensando que se trataba de un asalto, sacó su arma de servicio en gesto de intimidación, un nazista al percatarse de la gesto amenazador del carabinero, abrió fuego contra Salazar, quien herido de muerte, logró caminar hasta la vereda norte de Moneda, frente a la Intendencia, cayendo al suelo y despertando la alarma entre todos los presentes. Murió unos minutos más tarde, mientras era atendido y cuando la alerta pública ya se había desatado.
Los amotinados se parapetaron en los pisos superiores de la torre, construyeron barricadas en las escaleras del séptimo piso y bajo amenaza de armas, apresaron a los de funcionarios en el nivel 12, último piso de la torre. La poca cantidad de funcionarios se debía a que era la hora de colación. En posteriores declaraciones, estos trabajadores admitieron haber sido tratados con amabilidad por los revoltosos. Entre estos funcionarios habían 14 mujeres. Otros miembros de los TNA se distribuyeron estratégicamente en otros pisos, observando los movimientos en el exterior de la torre. Julio Cesar Villasiz se instaló en una ventana del décimo piso con un transmisor, con que se comunicaban por radio con Oscar Jimenez Pinochet.[3]
Mientras esto ocurría en la torre, un pequeño grupo de nazistas no especificado llegó hasta las oficinas de transmisión de la "Radio Hucke" y, tomándose los equipos, arrebataron el micrófono al locutor para anunciar a todo Santiago: "¡Ha comenzado la revolución!". En esta toma hubo otra refriega con los empleados de la radio, que terminó en balazos, pero afortunadamente sin heridos ni víctimas de ningún lado.

La reacción del gobierno

Arturo Alessandri Palma alertado por los disparos de la torre, observó desde La Moneda al carabinero Salazar Aedo caer herido por los disparos de los nacional socialistas. "El león de Tarapacá" como se le conocía, estaba seguro que se iniciaba "una revolución nazi, que era menester conjurar con rapidez y energía",[4] salió al exterior para obtener información de los testigos de los hechos.
Dentro del edificio de la Intendencia de Santiago, el presidente visiblemente alterado paseaba de un lado a otro. Al escuchar el comentario que ahí se hacia, exclamo "¡como se les ocurre que van a ser bandoleros; esos son los nazis; esto tiene que tener ramificaciones!".[4]
Al ver que la rebelión no conseguía ser sofocada, Alessandri entro en un verdadero frenesí, pensando que venía un golpe de estado. El presidente ordenó llamar al Comandante en Jefe del Ejército Oscar Novoa, General Director de Carabineros Humberto Arriagada, a la Escuela de Carabineros con todo su armamento, al jefe de la Guarnición Militar y al de Investigaciones.[4]
Designó a Arriagada para que encabezara personalmente el operativo contra los nazistas desde la Moneda y la vecina Intendencia. El presidente le ordenó reducir a los dos grupos nazis antes de las 16 horas;[2] De lo contrario, intervendría el ejército. El general Arriagada, irritado y comprometido por el presidente, temía que sus hombres no fueran capaces de cumplir la misión encomendada, exclamó molesto "Que no me hagan pasar vergüenza".[3]

Sofocamiento

A pesar de la gran cantidad de barricadas entre los pisos inferiores, los nazistas no consideraron el peligro por los francotiradores. Cerca de las 14:30, el Nacional Socialista Gallmeyer se asoma por una de las ventanas del séptimo piso, como lo había hecho varias veces en el día para inspeccionar los alrededores, recibiendo de lleno un balazo en la cabeza.[2] Gallmeyer era el primero, y el único nazi muerto en combate en el Seguro Obrero. Su camarada médico, Marcos Magasich, se acercó al cuerpo del infortunado intentando ayudar, pero ya era muy tarde. No pudo hacer más que constatar su muerte y el cuerpo fue colocado en otra habitación. Ricardo White asumió el mando del grupo.[2] Más tarde se dijo que este disparo provino del Palacio de Gobierno (y que el propio Alessandri lo había percutado).
A las 15 horas, una hora antes de lo convenido llegaron tropas del ejército del regimiento Buin. Los jóvenes nazistas, al verlos, rompieron en gritos de alborozo. Creían que las tropas pro-ibañistas venían en su apoyo. Pero los soldados reforzaron a la policía, tomando posiciones y disparando sobre el edificio.
Ricardo White gritó: — "Hemos sido traicionados. Estamos perdidos... ¡Chilenos, a la acción! ¡Moriremos por nuestra causa! ¡Viva Chile. Viva el Movimiento Nacional Socialista!".[3]
Mientras los nazistas intentaban resistir, y continuaban con el fuego contra los carabineros, éstos fueron lentamente abriéndose paso a través de los primeros pisos, y obligandolos a retroceder.
Los ocupantes del Seguro Obrero no sabían qué estaba ocurriendo con la toma de la Universidad de Chile.

Toma de la sede central de la Universidad de Chile


Tropas del regimiento Tacna apuntan con artillería el edificio de la Universidad de Chile.
Simultáneamente con la a los hechos en la Caja del Seguro Obrero, treinta y dos jóvenes tomaban rápidamente la casa central de la Universidad de Chile.[2] Este grupo fue dirigido por Mario Pérez, seguido de César Parada y Francisco Maldonado. Les acompañaron y asistieron de cerca Enrique Magasich, Enrique Herreros y Alberto Montes. Tomaron de rehén al Rector Juvenal Hernández Jaque y otros empleados que sesionaban en la Junta del Estadio Nacional (complejo deportivo que estaba a punto de ser inaugurado) y fue llevado desde la Sala del Consejo de la Casa Central hasta un lugar seguro para él y para su secretaria, por Parada y otros siete u ocho nazistas. Todos los demás, incluyendo los presentes en la reunión, fueron expulsados hasta la calle Alameda, seguidos del tronar de las pesadas puertas que se cerraron herméticamente a sus espaldas.
Los rehenes liberados de la Universidad informaron de los hechos a Carabineros, quienes rodearon el edificio. Cerca de las 13 horas comenzo un tiroteo que hirió a dos oficiales: el Teniente Rubén MacPherson había sido alcanzado en ambas piernas, mientras que el Capitán del Grupo de Instrucción, Dagoberto Collins, fue herido en el tórax por un proyectil. Estos fueron llevados a la asistencia publica.
Por ordenes de Alessandri,[4] tropas del Tacna apostaron artillería frente a la Universidad, haciendo dos cargas contra la puerta de esta, en donde murieron cuatro jóvenes, quedando otros tres gravemente heridos y a quienes se les dio muerte sumaria después de haberse rendidos.[3] Por la puerta destrozada, ingresaron carabineros y soldados. Los amotinados se rindieron luego de una breve resistencia. Después de mantener a los rendidos una hora dentro del edificio, fueron conducidos por la calle con las manos en alto, en dirección a la Caja del Seguro Obrero, que se encontraba a pocas cuadras del lugar. La columna desfiló ante el público y la prensa quienes gritaron pidiendo misericordia por los detenidos.
Entre los nazistas que conducía Carabineros, iba Félix Maragaño, de la ciudad de Osorno, acompañado por otros de los mayores del grupo, como Guillermo Cuello, que sostenía un pañuelo blanco con el que se había atendido una herida. También saldría al exterior un candidato a Diputado del Movimiento, Jesús Ballesteros, seguido del resto de los rebeldes. Entre ellos estaba uno de los más jóvenes de todos, Jorge Jaraquemada, de sólo 18 años, que lucía un profundo corte en la cabeza del cual sangraba profusamente.
La calma comienza a restaurarse relativamente y los muchachos empiezan a salir en fila india cerca de las 14:40 horas. El Rector de la casa de estudios asoma ileso a la calle junto a su secretaria, luego del cautiverio.
Los detenidos de la Universidad comenzaron a ser obligados a marchar en fila en un extraño ir y venir por las calles del sector. Al pasar por la puerta de Morandé 80, el general Arriagada, al ver a los rendidos exclamó: "A estos carajos me los matan a todos".[2] [3]

Termina la resistencia


Marcha de los nacistas rendidos en la Universidad al Seguro Obrero.

Carabineros escolta a los rendidos.
Los jóvenes marchan fuertemente custodiados junto al edificio del seguro, una vez más, para intentar persuadirlos de deponer definitivamente el combate. Mientras, éstos continúan atrincherados y detonando explosivos de bajo poder por el eje de la escalera. Las balas siguen en el vaivén, pero la resistencia es cada vez menor.
Al ver que la estrategia de pasear a los muchachos no había terminado con el ánimo de los revoltosos, y cuando estos ya habían pasado por el cruce de Morandé con Agustinas, se dio la orden de devolverlos y meterlos a todos dentro del mismo edificio donde permanecían los demás.
Dentro del edificio son revisados nuevamente y se les hizo subir al quinto piso, quedando fuera dos Carabineros realizando guardia.
En un intento por frenar a los alzados, en calidad de mediador, fue enviado por los uniformados a los pisos superiores el nacista detenido en la universidad, Humberto Yuric, joven estudiante de leyes. Tenía sólo 22 años. Subió dos veces a parlamentar. Sin embargo, Yuric no regresó y se unió a los cerca de 25 rebeldes que aún quedaban arriba.[2] Los uniformados intentan negociar la rendición otra vez, y envían ahora a Guillermo Cuello como ultimátum, pero con la falsa promesa de que nadie saldría lastimado.
Eran pasadas las 16:30 horas. White bajó la mirada, y tras dar un vistazo alrededor, a sus jóvenes camaradas que arriesgaban la vida en tal locura, comprendió que era el fin del intento revolucionario. Arrojó su arma al suelo y declaró en voz alta al resto, con un visible gesto de agotamiento: "No hay nada que hacer. Tendremos que rendirnos. No hemos tenido suerte".
Yuric, White y Cuello bajaron hasta donde los uniformados para condicionar la rendición de acuerdo a las promesas. La toma del Seguro Obrero había terminado.

La masacre


Cadáveres de los jóvenes nacistas chilenos asesinados en la Masacre del Seguro Obrero,.
Ya desarmados, los golpistas capturados fueron puestos contra la pared del sexto piso, todos con las manos en alto. Un pelotón de armas comenzó a apuntarles al cuerpo desde ese momento. El nerviosismo y la angustia cundieron más aún entre todos, pues podían percibir que el ambiente no parecía ser el de una rendición que terminara pacíficamente.
En el primer piso, los jefes policiales recibieron instrucciones superiores claras: "la orden es que no baje ninguno".[2] El coronel Roberto Gonzalez, quien tenía la misión de desalojar el edificio, recibió un papel doblado diciéndole "De orden de mi General y del Gobierno, HAY QUE LIQUIDARLOS A TODOS".[2] [3] González se negó a cumplir la orden, y se dirigió a la Intendencia, donde intercedió con el Intendente Bustamante, quien lo derivó al General Arriagada; Este respondió "Como se te ocurre pedir perdón para esos que han muerto carabineros"· Ante la insistencia de González, el General indicó que hablaría con el presidente, pero la gestión no prosperó.
Alrededor de las 17.30 horas, los jóvenes estaban entre el sexto y el quinto piso. Algunos, sabiendo su destino, comenzaron a cantar el himno de combate de las Tropas de Asalto. En un momento, una ráfaga de rifles cayó sobre todos los rendidos, de cuyos cuerpos, brotó un río de sangre que escurrió escaleras abajo. Fueron repasados y despojados de sus pertenencias de valor.
Los rendidos de la universidad fueron sacados de la oficina donde se encontraban, ordenandoles bajar un piso. Alberto Cabello, funcionario del Seguro que en la confusión fue encerrado junto a los rendidos de la Universidad. Se identifico ante un oficial, que lo golpeo de un cachazo en la cabeza y un "Tú eres de los mismos. Pero baja si podis".[2] Cabello había bajado dos escalones, cuando fue asesinado por Alberto Droguet Raud.[2]
Para ocultar la masacre, los cuerpos fueron arrastrados al borde de la escalera, para dar la impresión de haber sido muertos en combate, o por los disparos hechos desde fuera del edificio. O que se habían baleado entre si, cuando se uso a los rendidos de la Universidad como parapetos de los policías.
De los 63 nazistas chilenos que protagonizaron los hechos del 5 de septiembre de 1938, solo sobrevivieron apenas 4: Montes, Pizarro, Vargas y Hernandez. Todos los demás, fueron asesinados. Sus cadáveres fueron sacados del edificio del Seguro a las 4 de la mañana y trasladados al Instituto Medico Legal. Desde allí fueron rescatados por sus compañeros y familiares, a quienes se les prohibio velarlos. Solo podían llevarlos directamente desde la morgue al cementerio.

Repercusiones y consecuencias

El mismo 5 de septiembre, Carlos Ibañez se presentó en la la Escuela de Aplicación de Infantería del Ejército, donde quedó detenido.[4] El fracaso del putch, obligó a Ibáñez a bajar su candidatura poco antes de las elecciones y apoyar públicamente la de Aguirre Cerda; más tarde partió nuevamente al exilio.[1]
Al día siguiente, Jorge González von Marées y Oscar Pinochet se entregaron a las autoridades.
El ministro en visita Arcadio Erbetta, dictó sentencia el 23 de octubre de 1938: daba por comprobados los delitos de rebelión y conspiración contra el gobierno y el asesinato del carabinero Salazar. Condenaba a veinte años de reclusión mayor a Jorge González von Marées, a quince años a Oscar Jiménez y a penas menores a otros procesados. Absolvió a Carlos Ibáñez del Campo.
El desprestigio del gobierno de Arturo Alessandri Palma por la matanza, así como el apoyo que entregaron los ibañistas y nazistas al Frente Popular fueron determinantes en la victoria del candidato Pedro Aguirre Cerda,[1] quien ganó por una estrecha diferencia de 4.111 votos.
El 24 de diciembre de 1938, ya como presidente, Pedro Aguirre Cerda indulta a González von Marées, Oscar Jiménez y otros condenados.[5] El general Arriagada fue llamado a retiro.
La comisión de la Cámara de Diputados que investigó el caso, constató la compra del silencio de la tropa, los ascensos de otros y el intento de Alessandri de influenciar al magistrado Erbetta.[5] Además concluyó que la orden de matar a los jóvenes nazistas provino de una autoridad superior impartida por el General Arriagada o el presidente Alessandri. A pesar de las pruebas, la mayoría derechista de la Cámara rechazó el informe.[2] [5]
El fiscal militar Ernesto Banderas Cañas condenó por el asesinato de los jóvenes nazistas a Arriagada, González Cifuentes y Pezoa a 20 años de presidio mayor, y a Droguett a presidio perpetuo.[2] [5]
Finalmente, la Corte de Apelaciones sobreseyó definitivamente a Carlos Ibáñez y a los nacistas procesados. El 10 de julio de 1940, Aguirre Cerda decreta el indulto para los condenados por la justicia militar por la matanza.[2] [5]
Quizás la consecuencia más importante sería el fin del nazismo como partido político en Chile; de haberse consolidado muy probablemente habría hecho eje en el cono sudamericano con los nazis amparados en el gobierno de Juan Domingo Perón en la Argentina.

Responsabilidades

A la fecha aún no está claro quién fue el responsable de la orden de matar a los elementos golpistas. Sin embargo, tácitamente la responsabilidad es gubernamental, ya que las fuerzas armadas están sujetas al ejecutivo.
Existen algunas versiones que aseguran que escucharon fuera del despacho presidencial a un iracundo Arturo Alessandri Palma diciendo: Mátenlos a todos y así lo transmitió al general Arriagada. Existen también versiones que sindican que el propio presidente Alessandri habría tratado de encubrir las muertes haciendo creer que los nazistas se habían matado entre sí, lo cual finalmente no era verdad.
Por otro lado, las acusaciones contra Alessandri están cimentadas en especulaciones y muy pocas pruebas palpables; lo cierto es que no existe una historia oficial en relación a este tema que es y seguirá siendo una fuerte pugna entre historiadores.

Testimonios


Placa que recuerda a los asesinados en la Matanza del Seguro Obrero.
Muchos fueron los asesinados ese día: obreros, oficinistas, abogados, padres de familia, estudiantes. Entre ellos estaba Bruno Bruning Schwarzenberg, un joven de 27 años y estudiante de contabilidad de la Universidad Católica. Lo que sucedió con él fue relatado por un carabinero que estaba haciendo guardia:
"Montaba guardia junto a los cadáveres. De pronto, vi que uno de los cuerpos se movía. Era un mozo rubio, muy blanco, de ojos azules muy claros. Yo le dije que no se moviera. Un oficial me reprendió: ¿Acaso tratas de salvar a ese?. Hizo fuego contra el herido, quien cayó sobre un costado y, mirando fijamente al oficial, con esos ojos tan claros, exclamó: ¡Muero contento por la Patria!'"
Pese al gran número de historias acontecidas ese día, sin duda alguna la más reconocida fue la de Pedro Molleda Ortega de 19 años, quien, mientras los carabineros remataban a los heridos, se levantó gritando "¡Viva Chile!", a lo que un oficial respondió disparándole a quemarropa. Pese a estar herido, desafiante, Molleda volvió a levantarse y gritó con fuerza:


"¡No importa, camaradas. Nuestra sangre salvará a Chile!".[3]
A lo que el oficial hostigado lo atacó a sablazos hasta dejarlo hecho pedazos. Aun hoy, este dicho es la punta de lanza entre los seguidores del Nacional-Socialismo chileno y de otras facciones nacionalistas en Chile.

Bibliografía

  • Revista Aquí está Nº20. 5 de septiembre de 1938: La matanza del seguro obrero..
  • Arturo Alessandri Palma (1967). Recuerdos de gobierno : administración 1932-1938. Tomo 3. Nascimento..
  • Rodrigo Alliende González (1990). El Jefe: vida de Jorge González von Marées. Los Castaños.. 77.272.

Referencias

Notas

  1. a b c d Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960). Matanza del Seguro Obrero
  2. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p «El “nunca más” a través de la historia LA MASACRE DEL SEGURO OBRERO». Revista Punto Final. 10-10-2003. http://www.puntofinal.cl/554/seguroobrero.htm. Consultado el 03-08-2009.
  3. a b c d e f g h Revista Aquí está Nº20. 5 de septiembre de 1938: La matanza del seguro obrero.. pp. 36..
  4. a b c d e Alessandri, Arturo (1967). «"Recuerdos de gobierno : administración 1932-1938. Volumen 3"». Editorial Nascimento. Consultado el Agosto de 2009.
  5. a b c d e Loveman, Brian; Lira Elizabeth (2000) (en español). Las ardientes cenizas del olvido: vía chilena de reconciliación política (1ª edición edición). LOM ediciones. pp. 601. ISBN 956-282-287-7.

Véase también

Wikipedia

    Puente de Cal y Canto de Santiago 1767 - 1888


    Mercado Central de Abastos de Santiago - 1872


    Portal Edwards de Santiago 1890 - 1985

    Teatro Politeama de Santiago 1909 - 1941

    Primera Compañía de Bomberos de Santiago- Bomba "La Ponka" 1915

    Estación Central de Alameda de Las Delicias en Santiago - 1920

    Bus "Tagua" de Santiago - 1920

    Bus "Góndola a Gas" en Santiago - 1920

    Hospital Psiquiátrico de Santiago En Av. de la Paz y Los Olivos - 1920

    Ambulancia de Tracción Animal en Santiago - 1920

    Bus "Góndola" de Santiago - 1930

    Vecinos Fundadores de Población Pedro Montt de Santiago - 1938

    Inauguración Población Juan Antonio Ríos Morales en Santiago - 1950

    Tranvía de ENT en Santiago - 1957

    Trolebus Pullman inició servicio en Santiago en 1947 - Actualmente en Valparaíso


    Trolebus Vétra en Santiago - 1978


    SUCESOS POLICIALES, ACCIDENTES. DESASTRES E INCENDIOS

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